miércoles, 22 de diciembre de 2010

REFLEXIÓN

   Hace unos años, cuando todavía estudiaba en la universidad, vi en televisión un programa de debates (que tan de moda se pusieron) en el que el gran Sánchez Dragó "vomitaba" un discurso sobre el carácter alienante del fútbol. Al tiempo que dicho escritor hilaba su argumento yo me echaba las manos a la cabeza, preguntándome qué clase de razonamiento sinsentido estaba utilizando alguien que presumía de tolerancia y de apertura de mente al mundo y a su diversidad de ideas. Algunos años después, ya ejerciendo como docente, volvió a surgir el tema en una conversación entre compañeros de trabajo. Uno de ellos, filósofo, defendía con vehemencia unas ideas no muy lejanas a las que había expuesto el escritor. Sin duda, todas las exposiciones que pudieron darse estaban y están condicionadas por la visión particular de cada uno, consecuencia de sus experiencias, de sus gustos, de su formación, de su bagaje y educación deportivos. No es fácil ser objetivo. Ni qué decir tiene que yo mismo estaba bajo esta condición: estudiante de una licenciatura universitaria con el deporte como núcleo principal, además, con una especialidad en alto rendimiento-fútbol y futbolista (de poca monta, pero futbolista).
   Este fin de semana he recordado este episodio como si no hubiera pasado el tiempo, pero desde otra perspectiva. Ahora tengo a mi cargo el entrenamiento de un grupo de niños de 12 años. Niños que derrochan energía cuando tienen un balón de fútbol cerca de sus pies. Están en plena edad formativa en todos los ámbitos, y el deportivo no es una excepción.
   El deporte ha sido considerado tradicionalmente como un medio apropiado para conseguir valores de desarrollo personal y social; afán de superación, integración, respeto a la persona, tolerancia, acatación de reglas, perseverancia, trabajo en equipo, superación de límites, autodisciplina, responsabilidad, cooperación, honestidad, lealtad, etc, etc. La cuestión es que ninguno de estos logros potenciales es gratuito. Ponerse un pantalón corto o calzarse unas botas de fútbol no es garante de valor alguno. Además, cuando los protagonistas de la actividad son niños, LA RESPONSABILIDAD RECAE FUNDAMENTALMETE SOBRE LOS ADULTOS. Huelga decir que somos los que tenemos la obligación, una vez adquirido el compromiso, de educar, formar a los niños que otros adultos nos han confiado. No ofrezco un discurso moralista, pero sí reflexivo. Mea culpa. Reconozco que perdí los papeles cuando era futbolista, pero ninguno de los entrenadores que tuve enardeció mis ánimos. Lo que viví en la última jornada de liga con "mis" niños ha sido uno de los ejemplos más vergonzosos de IRRESPONSABILIDAD, FALTA DE EDUCACIÓN y CIVISMO, y MAL GUSTO que tengo la necesidad de denunciar. El equipo local estaba representado por dos individuos (adultos) a los que el árbitro permitió estar en el banquillo aun sin ficha federativa; ambos fueron expulsados y, sin mayor reparo, siguieron insultando y menospreciando al árbitro y no dudaron en entrar en el campo con actitudes amenazantes hacia éste. Y lo peor, las indicaciones a los jugadores fueron cualquier cosa menos técnicas, arengando en todo momento a la violencia y al desprecio a los contrarios. Llegué a estar de acuerdo con Sánchez Dragó. El fútbol desnaturaliza el comportamiento humano. Perdimos 4-2 (por si alguien se lo está preguntando), pero no es lo más importante. No nos engañemos, A TODOS NOS GUSTA GANAR, pero en la etapa formativa creo que es más trascendente el cómo que el propio resultado numérico. Y aun perdiendo, se puede salir ganando en determinados aspectos. Además, estoy seguro de que la exigencia competitiva es perfectamente compatible con la honestidad en el juego.
   Debemos tener claro que son las condiciones de la práctica las que confirman las posibilidades educativas y formativas del deporte, del fútbol, del deporte que sea. El deporte puede favorecer la adquisición de competencias sociales si su diseño es el adecuado (Petrus, 1999). La estructura del deporte refleja diferentes esquemas de participación y modelos de comportamiento de las personas. ¿Cuáles son los estamentos susceptibles de ejercer algún tipo de influencia sobre la formación del esquema de valores de cada persona?. Por supuesto no hay una asignación única, no se pide a nadie que asuma completamente la responsabilidad del proceso, sino que cada uno, en función del rol que le corresponde, intervenga según su papel: padres, directivos, entrenadores, federaciones, organizadores, ligas, etc. Los padres: deciden qué deporte y en qué club se van a formar sus hijos; Los directivos: deciden a quien confiar el cometido de entrenar y formar deportivamente a sus jugadores; Los entrenadores: deciden qué métodos de enseñanza, estrategias de práctica y discurso utilizan con sus jugadores; Las federaciones: establecen el régimen disciplinario que regirá sus competiciones; por lo que queda claro que COMPARTIMOS UNA RESPONSABILIDAD. Y en este caso no doy por válido el manido argumento de "esto es fútbol, y es un deporte de contacto y de hombres". Ahora trabajamos con niños y abogo por el empeño físico inteligente, por el esfuerzo, la buena fe en las acciones por muy contundentes que sean, el respeto al contrario. Algunos están más centrados en transmitir "marrullerías" que no hacen más que reforzar comportamientos conflictivos, y no debemos olvidar que el CONTEXTO DE PRÁCTICA es determinante en la etapa formativa. En palabras de Seirul-lo (1992): "Lo educativo de las prácticas deportivas no es el aprendizaje de sus técnicas o tácticas, ni siquiera los beneficios físicos y psíquicos de una buena preparación física que sustenta su rendimiento, sino que lo realmente educativo son las condiciones en que puedan realizarse esas prácticas que permitan al deportista comprometer y movilizar sus capacidades de tal manera que esa experiencia organice y configure su propio yo". Así, el conocimiento técnico-táctico debe ofrecerlo el entrenador en una situación que permita ir más allá de la simple ejecución del modelo. Por lo tanto, los valores educativos del deporte no son aquellos que de manera habitual se le atribuyen de forma exógena (salud, respeto, compañerismo,...) sino esos otros que de forma endógena se van configurando en el individuo gracias a las condiciones en las que practicó esa, cual fuere, especialidad deportiva.
  

3 comentarios:

  1. Antonio, enhorabuena.
    El deporte no puede, por definición, ser alienante. El entorno es el que lo transforma. El otro día vi un partido de rugby del más alto nivel europeo. A la segunda falta (golpe de castigo), el árbitro llamó a los capitanes. Todo el estadio se calló para oír sus indicaciones (los medios técnicos que usan son para un mejor seguimiento por parte del público). Los capitanes eran 20-30 cm más altos e infinitamente más corpulentos que el árbitro, pero el respeto con el que le miraban es impensable en otros deportes. Les dijo algo así como: Estos es rugby; jueguen limpio; hablen con sus equipos; no quiero más faltas.
    Si te he convencido para que cambies de deporte (jejejejejejejejeje) lo mismo entre los dos convencemos a Javi para que se cambie de deporte. Aunque por ahora su educación en valores, lo más importante, no me preocupa estando en tu equipo.

    ResponderEliminar
  2. Antonio tenía la total confianza en tí, pero veo que eres el mejor entrenador que pueden tener nuestros hijos en esta edad tan crítica de ser influenciados. Gracias y no cambies. J.A.F.

    ResponderEliminar
  3. Hola Antonio, como tu bien dices la responsabilidad de educar a nuestros hijos están en manos de mucha gente, aunque los padres tenemos que jugar el papel de actor principal, pero para intentar de amortiguar los malos ejemplos como el que me han comentado en el último partido, creo que no es ninguna tontería utilizar algún elemento disuasorio, como grabar los partidos, de esta forma se pueden, al menos en ese partido, frenarlos y si el asunto va a mayores....

    Saludos

    Chico

    ResponderEliminar